La noche que no muere – Carlos Prats García

Panteón en blanco y negro - Carlos Prats García

Tomé esta fotografía en un panteón de Michoacán durante la víspera del Día de Muertos. Era medianoche, y el aire olía a copal, a flores recién cortadas y a la nostalgia compartida. No había silencio, sino un murmullo constante: voces bajas, risas discretas, el chisporroteo de las velas que parecían hablar entre sí. En medio de esa penumbra luminosa, comprendí que la muerte en México no es ausencia, sino compañía.

Decidí no usar color. El blanco y negro me permitió detener la mirada en lo esencial: la luz y la sombra. Cada vela encendida era un punto de resistencia frente al olvido; cada rostro, una historia que se negaba a apagarse. La fotografía busca capturar ese equilibrio entre lo íntimo y lo colectivo, entre la tristeza que pesa y la esperanza que arde.

Mientras encuadraba la toma, observé cómo las familias cuidaban las tumbas como si fueran altares vivos. Los niños dormían recostados sobre las rodillas de sus madres, los ancianos rezaban, algunos cantaban. No era un cementerio: era una casa extendida hacia el más allá. Comprendí que el Día de Muertos no es una fecha, sino un rito que une generaciones y desafía el tiempo.

Esta imagen es, para mí, un retrato de la permanencia. Las sombras no esconden la muerte; la revelan como parte de nuestra identidad. En cada chispa de luz hay un reencuentro. En cada flor marchita, un recuerdo que respira.

Esa noche no fue oscura. Fue inmortal.